¿Qué es y cómo podemos ayudar a nuestros perros y gatos a enfrentarlo?
En los últimos años escuchamos hablar de forma frecuente de un "enemigo silencioso" que afecta tanto a los humanos como a otros animales y muchas veces utilizamos la expresión "es que está muy estresado", sin comprender muy bien de qué se trata o si tenemos alguna opción para combatirlo y garantizar una mejor calidad de vida para nosotros y para nuestros animales. Pues bien, en este artículo quisimos adentrarnos un poco en este concepto y acercarte a él con una visión científica, pero expresada en un lenguaje sencillo que nos permita entenderlo y abordarlo como es debido.
¿Qué es el estrés?
Se trata un importante mecanismo natural de todos los organismos vivos, que está ahí no como "el enemigo" necesariamente, sino como una herramienta que nos permite identificar posibles situaciones peligrosas cuando nos enfrentamos a un cambio en nuestro ambiente o a un espacio nuevo y poder así garantizar que estemos alertas y sobrevivir.
Sin embargo, el objetivo del estrés en nuestras mascotas y en nosotros mismos no se trata únicamente de crear un estado de alerta, pues al mismo tiempo es una invitación a desarrollar las estrategias adecuadas para poder adaptarse a esas situaciones y continuar con la vida a pesar de las circunstancias.
Categorías del estrés
Desde la ciencia se dice que existen dos categorías de estrés:
El eustrés, que es aquel con el que el animal o la persona consigue adaptarse, haciendo que esa situación que inicialmente era molesta o desagradable, termine convirtiéndose en algo cotidiano que no supone mayores implicaciones y que no genera incomodidad física o emocional. Es decir, es la categoría del estrés a la que deberíamos poder llevar a los animales que se encuentran en una situación nueva o incómoda.
El distrés, que es todo lo contrario. Cuando, a pesar de los esfuerzos y encuentros constantes, el individuo no llega a acostumbrarse a esa situación y continua percibiéndola como algo muy desagradable, esto termina afectando no sólo a su estado emocional, sino también a su salud física. Es a esta forma de estrés a la que normalmente hacemos referencia cuando nos hablamos de un estrés negativo o desagradable, y es la que debemos evitar que ocurra en nosotros o en nuestros animales.
Un ejemplo para comprender mejor ese concepto, sería cuando se conocen por primera vez un perro y un gato que van a convivir juntos en un hogar.
En ese primer encuentro, es muy probable que ambos animales se sientan inseguros y en peligro frente al otro individuo al que no conocen, y expresen claramente su miedo y estrés al acercarse.
A medida que pasan los días, si se realiza un proceso de presentación adecuado y respetuoso, cada uno de ellos empieza a darse cuenta de que el otro realmente no es tan peligroso como inicialmente creían y que no le ocurren cosas desagradables en su presencia. Si esto es así, lo más probable es que, pasado un tiempo, ambos animales se adapten o se acostumbren el uno al otro y su nivel de estrés disminuya (eustrés), logrando finalmente la confianza mutua e incluso la amistad entre ambos.
Pero si por algún motivo, por una mala experiencia durante el proceso, por una persecución o si alguno de los dos no logra adaptarse a la cercanía del otro, ese estrés se convierte entonces en algo que se mantiene en el tiempo y genera cada vez más miedo e inseguridad. Esto lo convierte en un distrés que no permite la adaptación y requerirá de una intervención etológica profesional para intentar ayudarle a superarlo.
Ese distrés (estrés no adaptativo) en perros y gatos es un asunto que no debe tomarse a la ligera. Al igual que en los humanos, nuestras mascotas pueden experimentar estrés que afecta seriamente su comportamiento y su salud en general.
¿Qué lo puede detonar?
El estrés en nuestras mascotas puede ser desencadenado por varios factores. Puede ser el resultado de un cambio en el entorno como una mudanza, la llegada de un nuevo miembro a la familia o la ausencia o cambio en las rutinas diarias, así como el resultado de que el animal no pueda satisfacer sus necesidades básicas conductuales. También puede ser causado por traumas previos o por enfermedades físicas.
Además, es importante revisar nuestro estado emocional, porque varios estudios han demostrado que existe un vínculo tan fuerte entre las personas y sus mascotas que muchas veces los animales pueden afectarse cuando nuestras emociones están alteradas, esto porque existe una gran empatía entre especies diferentes.
¡Es esencial aprender a reconocer las señales de estrés en nuestras mascotas!
El estrés se manifiesta a través del lenguaje corporal, las expresiones faciales, algunos cambios en el comportamiento habitual y hasta en las constantes fisiológicas de los animales.
En los perros: en su lenguaje corporal muestran señales de tensión, rigidez corporal y desvían la mirada. Suelen tener las pupilas dilatadas, la respiración rápida que se acompaña por jadeos y sus pulsaciones cardíacas aumentadas. También presentan exceso de salivación y una conducta hipervigilante.
Pueden manifestar comportamientos alterados como vocalizar en exceso, destrozar objetos, temblar, intentos de huida, búsqueda de atención constante o cambios en sus hábitos de alimentación.
En los gatos: las señales pueden incluir esconderse más de lo habitual, orinar fuera de su caja de arena, aumentar las conductas de marcaje con las uñas, vomitar frecuentemente o dejar de comer.
En ocasiones, pueden tornarse menos cariñosos y evitar el contacto físico del que antes disfrutaban.
Su lenguaje corporal también es de tensión y rigidez, sus orejas se dirigen hacia los lados o hacia atrás, presentan piloerección (pelo erizado), sus ojos permanecen muy abiertos con sus pupilas dilatadas y, a veces, pueden jadear.
Algunas herramientas para mitigar el estrés
Si notas que tu mascota muestra signos de estrés, es crucial tomar medidas.
Primero, si el estrés es causado por un cambio en el entorno o en la composición familiar, intenta restablecer la rutina normal lo más pronto posible. Si es causado por una enfermedad física, es importante hacer una visita al veterinario cuanto antes. En algunos casos puede ser necesaria la ayuda de un profesional de la etología que implemente terapias de modificación de conducta y, en casos graves, incluso consultar con un Médico Veterinario Etólogo para suministrarle algunos medicamentos ansiolíticos.
Además, aquí te dejamos algunos consejos prácticos que puedes implementar para ayudar a disminuir el estrés en tus mascotas:
Mantén una rutina regular: las rutinas a nuestros perros y gatos les proporcionan una sensación de control sobre su entorno que ayuda a reducir los niveles de estrés. Es importante aclarar que éstas deben ser flexibles. Esto significa que debes establecer unos rangos horarios en lugar de tener horas fijas para las diferentes actividades. En el caso de los perros, salir a pasear todos los días les ayuda a regular su estado emocional. Con los gatos, el hacer los menores cambios posibles en su entorno los tranquiliza y les evita problemas de estrés.
Proporciona un refugio seguro: asegúrate de que tu mascota tenga un lugar seguro y tranquilo al que pueda acudir siempre que se sienta estresada. Este lugar debe ser cómodo y es importante que nadie la moleste mientras se encuentre allí.
Haz tiempo para el juego: el ejercicio físico y el juego pueden ser excelentes maneras de aliviar el estrés en nuestras mascotas. Proporcionarles unos 20 ó 30 minutos todos los días, fortalecerá el vínculo contigo y les ayudará a liberar tensiones.
Considera la terapia con feromonas: las feromonas son sustancias químicas que los animales utilizan para marcar sus territorios, comunicar algunos mensajes y sentirse más tranquilos. Algunas de ellas tienen además un efecto relajante que les ayuda a recuperar la sensación de seguridad. Resultan muy útiles cuando tenemos previsto realizar cambios físicos como mudanzas, reformas o cuando vamos a viajar con ellos a un espacio nuevo.
Presenta los cambios de forma gradual: cuando nos enfrentamos a situaciones nuevas, nuestro sistema nervioso está en un estado de mayor sensibilidad y atención a todo lo que lo rodea. Mientras más cosas cambien a la vez, mayor será la sensación de agobio emocional, porque tendremos que dedicar más energía a varios frentes al mismo tiempo, lo que rápidamente nos lleva al agotamiento emocional y físico. Lo ideal es enfrentar a los animales, en la medida de lo posible, con un solo cambio a la vez, permitiendo que se adapten progresivamente y así estén más dispuestos y preparados para el cambio siguiente. Por ejemplo, cuando los sometemos a la castración, debemos evitar cambiar su comida el mismo día que regresan a casa después de la cirugía. Lo ideal es realizar el procedimiento médico y no hacer más cambios en su entorno hasta pasados unos días. Cuando ya no tengan dolor y se hayan recuperado por completo, podemos realizar el cambio en su alimentación si así se desea. Esto les permite vivir cada proceso gestionando el distrés hasta convertirlo en eustrés para poderse enfrentar nuevamente los demás cambios.
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